16/5/18

¿Se están convirtiendo los libros en un objeto para aparentar?

Al principio, he de reconocer que me hacía mucha, muchísima, ilusión entrar a Instagram y ver imágenes de un libro acompañado de unas flores o velas, en un rincón de una estantería abarrotada o junto a una ventana y una taza de café (subía puntos si fuera llovía). Pasaba imágenes una tras otra y entraba en éxtasis: libros, libros y más libros... Qué emoción. ¡Venga, va!, podéis emocionaros conmigo, entrad y escribid en el buscador: #bookstagram. ¿El resultado? Más de veinte millones de fotos. Alucinante.
Pero si os dais cuenta las dos primeras palabras de esta entrada son: «al principio», es decir... antes en el tiempo, porque es que ahora, conforme voy empapándome de la red social, ya no le veo la gracia. Y que conste que hay composiciones verdaderamente bonitas donde la fotografía tiene un valor especial (y que también hay gente que lo hace con verdadero amor a la literatura).

¿Y entonces?
Pues porque muchos de esos libros solo son para la pose del momento.

Me di cuenta cuando empecé a seguir a determinadas personas y veía que cada día, o como mucho en días alternos, enseñaban la nueva adquisición (normalmente recepción de paquete editorial) en sus stories y a continuación se montaban su propio bodegón para que brillase y luciera en su muro. Y que, después de tropecientos likes, nunca han vuelto a hablar del mismo.
El caso es que no solo pasa en IG (Instagram), también hay booktubers que solo suben vídeos de libros, y  más libros, que reciben y casi nunca reseñan..




El libro convertido en atrezzo.
¿Cómo hemos podido llegar a esto?

Sí, así está el patio. El número de lectores no ha crecido de forma exponencial, no, y la industria literaria sigue sin ser un negocio boyante, pero lo que sí a proliferado es una figura que vive de mostrarse junto a los libros y que los ha convertido en la envidia de sus seguidores, aunque poco (o casi nada) les importe lo que encierran entre sus tapas. Bueno, he sido muy cruel, quizá les importa un poquito..., pero abarcan tanto que no pueden llegar a todo y se conforman con el unboxing o el bodegón.

¿Cuándo se darán cuenta los editores que no es sensato regalar sin mirar a quién? Qué lo que realmente importa es que los libros se lean porque es la mejor forma de darles promoción y que el boca-oreja sigue siendo la mejor publicidad.

Fijaos, tristemente, muchos de los ejemplares que regalan las editoriales solo se usan para la foto y después probablemente acaben metidos en una caja, cogiendo polvo en la estantería del salón (o revendidos en websites de segunda mano).

Las redes son así, no siempre muestran la realidad de las cosas, muchas veces muestran aquello que les gustaría vivir, aunque si rascas un poco te das perfecta cuenta del postureo.

A veces creo que lo mejor es seguir leyendo y dejar de fijarme y analizar todo lo demás. Lo único que consigo es que me hierva la sangre.



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